Álvaro Castro-Castilla, sobre la arquitectura informática

La arquitectura, en pleno siglo XXI, dejó de estar supeditada exclusivamente a los espacios tangibles; la idea de espacialidad, y su diseño, está íntimamente relacionada con el plano virtual, donde además de desarrollarse actividades de índole social se construyen conceptos estéticos. La obra del artista español Álvaro Castro-Castilla (1983) avanza sobre esta línea, apoyándose sobre tres puntos clave: la física teórica, la biología y la vida artificial.

Su proyecto Vacuum Virtual Machine (2008), ganador de una mención honorífica en el Premio Vida 12.0, es un ejemplo interesante sobre cómo la arquitectura contemporánea se nutre del avance de la informática para encontrar soluciones visuales aplicables tanto a entornos urbanos como a sistemas no lineales. Técnicamente, se trata de un software gráfico que crea un entramado tridimensional en constante cambio, para explorar la capacidad de autoorganización de sistemas complejos. Conecta nodos ubicados a distancias regulares a partir de líneas fijas que se van liberando para cambiar de forma. Al mismo tiempo, la estructura gira para que el observador tenga múltiples puntos de vista. El gráfico nunca detiene su autogeneración, trabaja ininterrumpidamente para alimentar el código que transforma su propia apariencia.

El artista explica que esta instalación de software art recrea un universo compuesto por redes de cuerdas o filamentos vibrantes. El término Máquina virtual, en informática, hace alusión a un programa que simula el funcionamiento de un ordenador físico, aunque no se haya construido. Vacuum Virtual Machine muestra su mecanismo interno: una red que se automapea con la estructura interna del programa, el resultado es una operación no lineal y emergente. Se basa en la existencia de un código rizomático que configura la estructura de esa red, que se entiende a través de procesos abstractos, y paralelamente permite explorar distintas áreas de conocimiento.

Artifex I

Su más reciente instalación, Artifex (2009), plantea un desafío gigante: investigar la formación de las estructuras complejas en el instante mismo de su aparición. Castro-Castilla, a partir de la observación de fenómenos como los copos de nieve, la interacción de las hormigas y el vuelo de los pájaros -todos procesos naturales que suceden sin plan maestro- creó un programa que es una colección de millones de microprogramas interrelacionados, que coexisten en el ecosistema de la memoria de un ordenador, con códigos y parámetros que definen ellos mismos.

“La autoorganización es una característica fascinante, casi mágica: sin ser guiados por una fuente externa, los sistemas que muestran esta característica aumentan la complejidad de sus estructuras internas generando patrones sólo comprensibles desde otra escala. En ese salto de escala es dónde y cuándo ocurre el fenómeno”, explica.

La obra consigue replicar esos mismos comportamientos dentro de un sistema artificial: las configuraciones temporales y espaciales suceden de forma imprevisible. Artifex realiza una selección visual de las subestructuras en un momento dado y construye una secuencia lineal de la percepción que, como observador, tiene de la masa de microprogramas. Desde allí genera una imagen. El usuario puede interactuar y cambiar libremente la selección que realiza el programa. El artista señala que la propuesta explora la dualidad de la autoorganización como un proceso espacial simulado y la linealidad inherente de los sistemas informáticos actuales. “Artifex construye su historia con una recopilación de muestras de lo que ocurre en el ecosistema, donde los millones de programas trabajan inconscientes de su observador”, apunta.

Dentro de la misma línea conceptual, dos años antes había desarrollado Boceto de una ciudad generada, una exploración de software, esta vez al servicio de cómo pensar el espacio urbano. Desde el análisis de conjuntos neuronales complejos y sus comportamientos globales, Castro-Castilla propone una metodología para diseñar una ciudad. Estas redes permiten ser excitadas por un serie de estímulos [datos], por lo tanto la idea es combinar los dos modelos (autómatas celulares y mapas auto-organizados) para mostrar cómo una ciudad crecería y se reduciría, cómo sería la experiencia de la creación de una ciudad diseñada automáticamente. “Por un lado, los mapas autoorganizados son muy adecuados para la simplificación y reducción de la complejidad espacial a subespacios tratados por una neurona o nodo. Por otra parte, los autómatas celulares son muy potentes describiendo de manera sencilla los procesos que ocurren a escala local, en función de la interacción de células o nodos”, explica el artista.

Se pueden manipular online Urban fabric applet y Cellular Automata applet, dos componentes de la aplicación, que integraron las etapas iniciales de la investigación hacia Una ciudad…

Es claro que la metodología de trabajo de este artista muchas veces lo obliga a ubicarse en instancias que se alejan del arte, aunque sus conclusiones y experiencias, aplicadas al terreno artístico, abren un umbral interpretativo de notable valor.