El bio.art y los límites de la imaginación

Designers & Artists 4 Genomics Award 2011

El Designers & Artists 4 Genomics Award 2011 (da4ga) es un concurso que no sólo superó las expectativas, también las fronteras de lo imaginable. El año pasado tuvo lugar la primera edición, la intención fue a convocar a artistas contemporáneos que trabajan dentro de los lineamientos del bio.art, por ejemplo la manipulación de tejidos vivos, bacterias, microorganismos y procesos orgánicos. Los proyectos ganadores fueron sorprendentes: Jalila Essaidi presentó un retazo de piel humana antibalas, Matthijs Munnik expuso gusanos que cantan ópera y Maurizio Montalti sintetizó un hongo que convierte el plástico en biocombustible.

Fue tan fuerte la repercusión que se confirmó la realización del segundo capítulo. Para quienes quieran participar, la recepción de los proyectos estará abierta hasta el lunes 12 de septiembre a las 18:00 (hora holandesa). Los tres ganadores accederán a un premio en efectivo de 25 mil euros. El objetivo -explican los organizadores- es estimular a los creadores emergentes para profundizar conceptos dentro del universo del bio.art y producir un nuevo trabajo en estrecha colaboración con los mejores centros genómicos de los Países Bajos, tal como sucedió el año pasado, donde se exploraron, además, ideas de sostenibilidad, alimentación, salud, bioinformática y agricultura. Los interesados pueden enviar la planilla de inscripción completa [descargar], un resumen de su proyecto y su CV a da4ga[arroba]waag.org. La única condición es que los artistas se hayan graduado en los últimos cinco años.

En primera instancia se hará una preselección de 20 trabajos. Luego se señalará a los tres ganadores que, además de recibir el premio en efectivo, tendrán la posibilidad de exponer su obra en el Naturalis de Leiden durante el segundo semestre del 2012. La decisión final se dará a conocer a mediados de octubre de este año. En este momento se está desarrollando, en ese mismo espacio, la exposición con los ganadores de la primera edición. Puede visitarse hasta el 8 de enero.

Las obras premiadas

Jalila Essaidi, con su proyecto Transgenic skin: 2,6g 329m/s [Piel transgénica: 2,6g 329m/s] dio un paso realmente polémico. La obra explora en profundidad vértices sociales, políticos, éticos y culturales que hacen al análisis del concepto de seguridad. El proceso de realización fue complejo, puntualmente por los materiales que necesitó, algunos casi imposibles, por ejemplo una cantidad importante de seda de gusanos transgénicos. La artista tuvo que transferir artificialmente componentes genéticos de una araña al adn de un gusano de seda. El insecto logra producir entonces una proteína específica que utiliza para generar un hilo 80% más resistente y flexible. También utilizó -obviamente- células de piel humana.

Transgenic-skin-III

El punto de partida de Transgenic… fue una entrevista donde se explicaba cómo se había clonado una cabra para que se produzca la proteína de la seda en su leche. El hilo que se consigue -proceso mediante- es diez veces más fuerte que el Kevlar, utilizado para los chalecos antibala. Essaidi, en consecuencia, analizó la posibilidad de modificar directamente la piel humana. Y avanzó hacia ese objetivo. Primero le dijeron que era imposible, pero a fuerza de investigar logró la síntesis buscada. “Me puse en contacto con el bio.art y la verdad es que me desilusioné, porque la mayoría de los proyectos existen sólo como concepto. Por lo tanto, mi principal objetivo era llevarlo al nivel real, no quería seguir siendo un concepto, yo quería mover la frontera transhumana, hacer que se vuelque. Y con la piel a prueba de balas fue posible”, apunta.

La artista comenta que sintió una sensación muy particular cuando tuvo en su poder las células de la piel de otro ser humano, a sabiendas de que iban a desarrollarse para participar en un proyecto artístico. Pero en ningún momento pensó que era algo incorrecto, al contrario, entendió que, en general, el temor surge por perder el control de la definición de lo que está mal. La ingeniería aplicada a los tejidos con fines artísticos -resalta- ya es un hecho consumado, permite una aproximación muy potente con el espectador, sube el tenor de las discusiones contemporáneas y aumenta la repercusión conceptual.

Por su parte, la obra Microscopic Opera, del artista Matthijs Munnik (junto con la colaboración de Richard de Boer), es una instalación audiovisual, creada en laboratorio, que utiliza una comunidad de gusanos C. elegans para producir sonidos e imágenes. La elección de estos pequeños animales no es casual, son las primeras criaturas multicelulares cuyo genoma ha sido totalmente descifrado. Mediante microscopios y un software de detección de movimiento, los gusanos interpretan una ópera abstracta y sonidos de fondo que se entremezclan con proyecciones generativas. En total, hay 5 placas de Petri, cada una tiene entre 100 y 1000 gusanos, dependiendo de la comida y el tiempo transcurrido.

El artista señala que la ciencia ha dado un paso fundamental, está en línea directa con la producción de una experiencia artística pura. Asegura que la ciencia sirve humildemente al arte, es la glorificación de una unidad junto con la investigación y el devenir de la naturaleza. Aunque, curiosamente, no está convencido de etiquetar a esta instalación dentro del bio.art. “No es una pieza que realmente experimente con los procesos biológicos. Sólo selecciona las mutaciones de gusanos y hace pruebas con productos químicos en distintos medios de cultivo”, subraya.

El tercer proyecto premiado fue System Synthetics, de Maurizio Montalti, en colaboración con el Centro de Genómica Kluyver de Fermentaciones Industriales. El objetivo es estudiar las posibilidades de producción de los biocombustibles a partir de la degradación de los residuos del plástico. Intervienen dos especies de hongos -filamentosos y levaduras- capaces de producir bioetanol. Por un lado, Montalti trabaja un diseño clásico del objeto biorreactor, y por otro construye un sistema biológico nuevo que enlaza directamente con la naturaleza. El artista se ubica como creador de sustancias orgánicas e inorgánicas, además de resolver el proyecto sin descuidar nociones estéticas.

Según explica, su obra plantea preguntas acerca de los beneficios potenciales del ser humano en la evolución que representa la modificación genética. No expresa en ningún momento una postura a favor o en contra, simplemente pone de relieve la necesidad de encontrar un equilibrio en la utilización de las nuevas tecnologías. “Una vez que somos capaces de comprender los elementos básicos de la vida podemos sacar provecho de ellos, podemos utilizar y reutilizar cualquier material. Todo depende de la responsabilidad individual y social para elegir un uso correcto de las tecnologías contemporáneas”, agrega.