5 manifestaciones del efecto terapéutico de las redes sociales
Todos somos cazadores de emociones y estímulos, de hecho es uno de los motivos por los cuales somos adictos a las redes sociales. Nos pasamos mucho tiempo interactuando en ellas en busca y captura de lo que nos de placer, despierte nuestro interés, confirme nuestra posición o al contrario desmonte todo en lo que siempre creímos… parte consciencia y parte inconsciente. Todos somos diferentes pero en algo todos nos identificamos: somos seres sociales. Y como tal las redes sociales influyen nuestros comportamientos mediante la acción de los neurotransmisores.
Principalmente la dopamina, liberada en situaciones que nos procuran placer: comer chocolate, el deporte o una sesión de cine, un vermut entre amigos o una noche en vela jugando videojuegos, sin olvidar a las redes sociales. Empecemos preguntándonos por qué pasamos tanto tiempo en las redes sociales, cada uno tiene sus motivos personales pero todos las usamos porque estimulan comportamientos y actitudes positivas en nosotros. Las interacciones y dinámica de grupo que domina las redes sociales tienen efectos terapéuticos. Es emoción pura, a granel, instantánea y gratis. Siempre que nos sentimos mal, cogemos el teléfono y llamamos a alguien cercano.
No siempre es necesario que sea diagnosticada una patología o trastorno para entenderlo, todos sabemos que una buena charla a veces es mejor tratamiento que muchos fármacos. La ansiedad, muchos la sufren y usan Facebook y demás redes sociales para deshacerse momentáneamente de ella. La mejor terapia es el pensamiento y la interacción, más redes sociales y menos Prozac debería ser el lema de esta nuestra sociedad digitalizada. Facebook es para mi terapéutico, cuando necesito desahogarme pegando un grito al cielo o confiar mis pensamientos en un grupo de personas que tienen muchos puntos en común con lo que soy y represento.
No se puede asemejar a un abrazo, pero a falta de pan buenas son tortas. Puesto que no tenemos a esa persona siempre a nuestro lado, a veces las redes sociales ayudan produciendo ese efecto terapéutico tan buscado. Ojo, las redes sociales no siempre son sinónimo de intercambio, pues parte de la actividad social sólo sirve para alimentar nuestro propio ego… hasta el 80% en Facebook, lo que demuestra que la mayoría lo usamos para desahogarnos. Y esto activa los focos de recompensa en el cerebro, demostrado por resonancia magnética. Las redes sociales son estímulos que nos motivan y recompensan, liberando dopamina y oxitocina.
La oxitocina es la llamada hormona del amor, nos ayuda a relajarnos, calmar nuestros temores y reducir nuestra ansiedad creando una sensación de bienestar y seguridad. ¡Y es totalmente gratis! Veamos cinco ejemplos que nos demuestran la validez de esta teoría: las redes sociales son una invitación a una mayor implicación social, un sofá terapéutico con su válvula emocional, son estímulos que refuerzan la actitud positivo, ofrece modelos que sugieren cambios saludables y, por último,… las redes sociales son un sistema de recompensa viral y espontáneo.
Invitación a una mayor implicación social
Las redes sociales se definen por y a través de sus interacciones sociales, por lo que formar parte de ellas va vinculado a una invitación a implicarse a nivel personal. Somos sus pilares sin los cuales no existirían ni tendrían razón de ser. Los amigos, los vemos cuando quedamos, la familia en reuniones familiares y los colegas del trabajo, a diario aunque el nivel de implicación personal es mucho más limitado. Pero en las redes sociales, estamos siempre conectados a través de nuestros smartphones, cada notificación es una invitación a participar, reaccionar, compartir opinión o declarar tu disconformidad. Refuerza o derriba lo que piensas.
Es más, nos permite expresarnos y desvelar nuestras características personales a través de las relaciones que tejemos y las intervenciones que hacemos. Esto le da valor a la red y a nuestra vida social, el retorno es directo y se traduce en un subidón directo de la autoestima. De no estar en Facebook, Twitter y demás redes sociales nos perderíamos oportunidades de ser nosotros mismos, manifestar quienes somos y en definitiva prodigarnos con nuestros contactos y desconocidos a través de grupos y contactos de terceros. Esto repercute en nuestro bienestar. Te hace sentir menos solo cuando participas a debates sociales que si te quedas al margen.
Sofá terapéutico con su válvula emocional
Las redes sociales al estilo Facebook hacen las veces de sofá terapéutico, es decir que actúan como una especie de válvula de escape emocional. Los humanos, somos pura emoción… y muchos de estos estados emocionales no se pueden contener, sentimos la necesidad de compartirlos. Si antes llamabas a tu mejor amigo o amiga, ahora lo publicas directamente en Facebook. Es más, se puede transmitir esas emociones a través de emojis… y decir que todo empezó con una anodina cara sonriente. La mayoría usan Facebook para conectar con los suyos, relatar los eventos importantes de sus vidas y, claro está, contar cómo se sienten.
Sea en la esfera privada o pública, o a un círculo más pequeño de amigos, incluso a través de un grupo de Facebook, esta clase de mensajes emocionales es muy común. A veces son arrebatos, otras veces una piedra lanzada al agua o una pedrada desde la grada. Es decir, no importa si la emoción compartida usa toda la rabia que tienes dentro o simplemente toma el aspecto de un grito discreto, lo hacemos en busca de apoyo emocional, consuelo, en busca de ánimo o sedación ante la dificultad de una decisión inminente que tomar. Sabemos que siempre habrá alguien al otro lado, nos deshagamos e igual hasta encontramos un oído donde menos nos lo esperamos.
Estímulos que refuerzan la actitud positiva
Participando a las redes sociales estamos construyendo nuestra identidad digital con cada comentario y estado, son como ladrillos que al final reflejan lo que somos. Tenemos amigos y contactos por razones de las más variadas pero si nos apuntamos a un grupo concreto es por afinidad o por gusto y curiosidad si lo hacemos a una página. El retorno de esa actividad se formaliza a través de una serie de estímulos que o bien refuerzan nuestros sentimientos o los hacen bascular. Lo dicho arriba vale también para una actitud negativa.
Obtenemos de las redes sociales el mismo tipo de energía que la que vertimos en ellas, de ahí que todas estas interacciones refuerzan al fin y al cabo nuestra actitud inicial, sea positivo o negativa. Pero ya que aquí nos centramos en el efecto terapéutico que pueden tener las redes sociales, obviamos el reverso de la medalla. Si te haces miembros de un grupo de deportistas o vegetarianos por ejemplo, a lo largo del día recibirás notificaciones que reforzarán tu actitud frente al deporte o la dieta vegetariana, al margen de todo lo que aprenderás.
Modelos que sugieren el cambio saludable
Las redes sociales están repletas de gurús y expertos que reúnen a una comunidad de seguidores de los que aprendemos. Muchos se han construido una identidad digital fuerte, se convirtieron en modelos de inspiración a seguir. En realidad siempre buscamos inspiración, motivación para mejorar a nivel personal y también profesional. No hay más que echar un vistazo al contenido viral que atraviesa como un reguero de pólvora a las redes sociales, parte de ello es pura diversión mientras que la otra parte son mensajes e información alentadora y saludable.
Es posible clasificar las personas que participan en cada red social mediante etiquetas, está el cotilla o el sabelotodo, pero entre todos ellos está el modelo a seguir. Siempre seremos el tonto de alguien, pero la idea es que seamos fuente de inspiración también para otros. Es ver un amigo publicar sus logros y nos animamos a emularlo llevándolo a nuestro propio terreno. Es especialmente verdad a la hora de fijarse un reto como dejar de fumar, iniciar una dieta o ponerse serio con el deporte. Tener uno o varios cómplices es algo que las redes sociales nos ponen fácil. Es más, pululan los mensajes saludables… no comas esto, no comas lo otra, haz deporte…
Sistema de recompensa viral y espontánea
Las redes sociales son propicias a un estilo de comunicación espontáneo, comentarios que no requieren de mucho tiempo de reflexión. A veces incluso no precisa del verbo, es decir que basta con marcar lo que vemos publicado o un comentario con un “me gusta”. Este es un sistema de recompensa sobreentendido y directo. Si una publicación nuestra tiene éxito, la terapia del “me gusta” no tarda en surtir efecto, con suerte se convierte en algo viral y al final nuestra autoestima se sube por las paredes. Según la red social ese “like” puede convertirse en un “favorito” o un retuit,…
Otras muchas redes sociales, en espacial las redes pensadas para los deportistas o de autoayuda, tienen sistemas de recompensa basados en el desbloqueo de logros a medida que nos implicamos en ellas a través de nuestra actividad, a veces son simples sistemas de puntos. Pero la idea es la misma, es sencilla y funciona de maravilla ya que cura de todos los males. No requieren de mucho esfuerzo y son altamente adictivos. Es como el experimento del perrito de Pávlov, al final acudimos a las redes sociales al oír el tintineo del metrónomo, entiéndase las notificaciones de “me gusta”… y se libera al instante una buena dosis de oxitocina.