Jan Banning, el cuerpo, huella de la historia

A veces me pregunto
por qué la gente
hace las cosas que hace.
Jan Banning (2005)

Sus padres nacieron en la década de 1920, en las Indias Orientales Holandesas. Durante la Segunda Guerra Mundial, el territorio fue hostigado por el ejército nacional japonés, más de 240 mil hombres fueron esclavizados para construir 414 kilómetros de vía de ferrocarril en las fronteras de Birmania y Tailandia. Una cuarta parte de los prisioneros era holandés, más de un tercio era inglés y el resto fueron principalmente americanos y australianos. Además de los denominados Romushas, oriundos de Asia, que eran los más numerosos.

Vivieron tres años –entre 1942 y 1945– en condiciones miserables, comiendo día por medio, sin atención médica y controlados por el castigo físico: el que desobedecía era golpeado hasta la muerte. Sus esposas fueron sometidas sexualmente por los soldados. Y sus hijos dados en adopción ilegalmente. El fotógrafo Jan Banning (1952) se enteró de adulto de la realidad que habían vivido sus padres. Ellos casi no hablaban del tema, si lo hacían era sólo entre amigos y en idioma malayo para que los chicos no escucharan las atrocidades de su pasado.

El artista recuerda que su madre le hablaba sobre un campo de concentración, pero sólo compartía anécdotas amenas, incluso alegres. Lo mismo sucedía con su padre. A medida
que pasó el tiempo les fue difícil esconder la realidad. Banning escuchó la historia completa cuando estaba por cumplir los treinta. Fueron relatos profundos que se abrieron paso lentamente, habían sido cuarenta años de silencio por respeto a sus hijos. Su padre le explicó en detalle lo sucedido durante la guerra, su vida como prisionero, la crueldad del trabajo esclavo, el ejército japonés, los abusos, las violaciones y la vida de su abuelo, también esclavizado en las obras del ferrocarril. Las imágenes estaban clavadas a fuego en su consciencia. Y le significó un gran alivio soltarlas, hacer justicia desde la memoria.

El mismo fuego empujó a Banning a trabajar en el ensayo Traces of War. Survivors of the Burma and Sumatra Railways (2003) [Rastros de la guerra. Sobrevivientes del tren de Birmania y Sumatra]. Durante más de una década viajó a lo largo del mundo para encontrar a los sobrevivientes. Los fotografió sin camisa. Banning muestra sus cuerpos como laboratorio de los abusos, como señal de resistencia. Sus cuerpos son huellas de la historia reciente. Lo que comenzó como una investigación personal sobre la historia familiar –explica– se convirtió en un estudio documental social de las consecuencias a largo plazo de la guerra y la explotación.

Su padre le habló detenidamente de los Romushas, eran civiles indonesios, secuestrados y obligados a trabajar. Se calcula que más del 80 por ciento –fueron 180 mil en total– murieron desnutridos o a causa de las golpizas. Los cuerpos fueron arrojados a una fosa común como basura. La misma suerte corrieron los 16 mil europeos que perdieron su vida como esclavos en Birmania.

Las vías fueron finalizadas, paradójicamente, el 15 de agosto de 1945, el mismo día que terminó la guerra. Los japoneses las utilizaron para transportar carbón desde el este de Sumatra hasta Singapur. Incluso en la época de postguerra continuaron prestando servicios. Durante la década de 1990 el gobierno propuso realizar tareas de mantenimiento que nunca se concretaron por cuestiones presupuestarias. Gran parte de la línea está sumergida en la Represa Vajiralongkorn y el terreno que la rodea es montañoso. Se necesitaría una cifra multimillonaria para reconstruir el recorrido original. En la actualidad el tren de Birmania es tristemente conocido como el Ferrocarril de la Muerte. Los mismos habitantes de la zona lo llaman así.

El ensayo de Banning sobre la guerra se extendió también a la realidad de las mujeres violadas por el ejército japonés. En la serie Comfort Women recopila dieciocho retratos de sobrevivientes a los abusos en los burdeles militares. Se estima que 200 mil niñas y mujeres holandesas, chinas, coreanas, filipinas e indonesias, entre otras, fueron secuestradas bajo falsos pretextos para servir sexualmente a los soldados. Apenas el 25 por ciento de las víctimas sobrevivió, la mayoría quedó estéril, consecuencia de las enfermedades que contrajo. Sus familias y comunidades trataron de ocultar la historia de la guerra. Hace menos de veinte años se conocieron los detalles, pero sólo un puñado de mujeres hizo públicos sus testimonios.