Joseph Rodríguez, historias de gángsters

Sus compañeros lo llaman Popeye, su infancia no fue más allá de su familia y su nueve milímetros incrustada en el pantalón, siempre atrás, en la cintura. Popeye tenía dieciséis años cuando el fotógrafo Joseph Rodríguez comenzó con el ensayo East Side Stories [Historias del lado este], en 1992; la cultura del hip-hop y el rap lo fueron arrastrando hasta el corazón duro de los gángsters en Los Ángeles. Los versos veloces, las historias de bala y venganza. Rodríguez se fue infiltrando en la pandilla Evergreen, en el barrio de Boyle Heights, se ganó la confianza de sus integrantes y pidió permiso para capturar imágenes.

– Yo apunto ahí y vos hacés la foto, dijo Popeye y se paró en la mitad de su habitación con la nueve milímetros en la mano. Un espejo y un televisor viejo, camiseta blanca, el rosario cristiano que le colgaba del cuello.

Rodríguez asegura que no fue un trabajo periodístico más, fue un viaje de veinte años cargado de preguntas serias sobre el funcionamiento de la sociedad. Los Ángeles siempre le pareció un viejo oeste postmoderno, un espacio fuera de control donde todos tienen armas y donde todos las usan. East side stories va más allá del todos contra todos, las fotografías hablan sobre la violencia silenciosa, la segregación y el aislamiento que empieza con un Estado ausente y que se hace escuchar a disparo limpio en las esquinas. Contra la policía, a veces. Contra ellos mismos casi siempre: las víctimas se ven como ellos mismos –dice el fotógrafo– se asesinan a ellos mismos una y otra vez.

Rodríguez sabe de violencia, de chico veía a su padrastro oscilar como un péndulo entre la cárcel y su casa. Rutina. Era adicto a las drogas a fines de la década de 1950, principios de 1960, no había contención sanitaria ni psicológica, los expulsados por la sociedad estaban librados a la buena de dios, igual que los inmigrantes, la mayoría mexicanos. La delincuencia era el camino inmediato. Y tal vez el único. El veía, lo más lejos posible; se inclinó por el estudio, perfil bajo y contemplativo. La historia de su padre estuvo siempre presente en su formación como fotógrafo.

Los barrios periféricos de Los Ángeles nunca existieron en la planificación de una sociedad equitativa. Los Pachucos mexicanos, a mediados de 1940, fueron los primeros en instaurar la ley de la calle, por falta de oportunidades, consolidaron el lenguaje de marcas en la pared, señas con las manos y tatuajes. La vida de esos barrios sigue igual: 75% de desempleo (el índice más alto de los Estados Unidos), un tercio de los jóvenes sin escolarización, el embarazo adolescente crece año tras año junto con el suicidio adolescente. Los enfrentamientos entre pandillas y el terror que imponen llevan a que chicos de entre diez y veintiún años decidan quitarse la vida.

Hubo treguas y redadas –limpiezas, les dicen– también el poder judicial hace sentir su rigor cada tanto, pero las pandillas continúan expandiéndose, cada vez más equipadas, cada vez con más contactos e influencias. Rodríguez no sabe hasta cuándo. La familia consigue alejar a los algunos, la escuela también es una herramienta social efectiva, pero no existen recursos infalibles. La construcción de una familia hasta puede generar un recrudecimiento de las organizaciones, se ha llegado a un punto en el que hay zonas tomadas/liberadas, hay gángsters que luchan para mantener a sus hijos a salvo. Y muchas veces no lo logran.

Las fotos de Rodríguez muestran el borde más humano de universo gangster. La violencia del día a día, fuera de atracos y persecuciones, puertas adentro, en una peluquería, en un velorio, jugando con bebés y revólveres. La construcción de los códigos culturales y de su propia escala de valores. Cárcel o muerte. La elección puede ser así de breve. De ahí en adelante, todo lo demás.

Bio breve

Joseph Rodríguez nació en Brooklyn, Nueva York. Su trabajo en American Photo, ESPN, The New York Times Magazine, National Geographic, Jane, Cosmopolitan y Newsweek, entre otros medios, lo llevó a conseguir reconocimiento internacional. Sus ensayos se exhiben en los principales museos y galerías de Estados Unidos y Europa. Desde sus inicios como profesional, a mediados de la década de 1980, se dedicó a retratar a personas en situación de riesgo social.