Zed Nelson, la furia del yo

“Mi mirada se ha vuelto introspectiva. Se trata de mí también, si me gusta o no. Mi trabajo se ha vuelto más sobre nosotros, y menos acerca de ellos”.
Zed Nelson, sobre Love me

Fue una investigación de cinco años, imágenes capturadas en diecisiete países con un mismo hilo conector: la búsqueda de la belleza. El fotógrafo Zed Nelson analiza en el ensayo Love me (2011) [Ámame] la desesperación del ser humano por alcanzar aceptación social a partir de su imagen. Detrás, la construcción de un mercado que primero se encarga de diseñar un modelo para transformarlo en una mercancía. Es la historia de la transformación, el desafío de agradar sin escuchar los límites del cuerpo.

La industria de las cirugías estéticas moviliza en el mundo cerca de 160 mil millones de dólares al año. En Estados Unidos, por citar un ejemplo, una familia gasta más dinero en el quirófano que en educación para sus hijos. Nelson señala que el modelo de belleza caucásica se empaqueta y se exporta con beneficios generosos. En África la demanda para alisarse el pelo es notable, a pesar de los bajísimos ingresos por persona; tanto en Japón como en China –países donde los concursos de belleza eran considerados como una contaminación del espíritu– aumentaron cerca de un veinte por ciento los casos de bulimia y anorexia en los últimos quince años, y en Latinoamérica hay una tendencia en aumento de las mujeres a transformar sus rostros de acuerdo a las modelos que ocupan las portadas de las revistas europeas. Se occidentaliza la belleza: el cuerpo humano es un laboratorio de la globalización. No es un absoluto, la globalización fue apenas un sistema fallido descripto por la sociología en la década de 1990. Aun así, el mercado estético es una realidad en expansión, los clientes conforman un grupo masivo y las consecuencias se leen desde los cambios de comportamiento y valores en la adolescencia hasta la manipulación violenta del cuerpo e incluso la muerte.

La pregunta medular de Love me apunta a la industria, va en busca de los responsables de semejante mercado y encuentra personas comunes. Nelson desnuda la participación tácita de cada persona en la construcción de la belleza y el rol de juez silencioso que ocupa en las actividades cotidianas. Según un estudio científico realizado en 2008, las decisiones sobre el atractivo físico de otra persona se toman en menos de 150 milisegundos. Es una decisión tan apresurada como superficial que no sólo facilita la posibilidad de encontrar pareja sexual, el problema es que las personas “bellas” también obtienen mejores puestos laborales y hasta consiguen un trato más indulgente desde el punto de vista legal: la policía casi las ignora y los fallos judiciales suelen ser más livianos. Es decir, en un mundo que recompensa social, económica y psicológicamente la belleza es casi una estrategia de supervivencia ingresar en esa lógica.

“Todos queremos ser amados, pero parece que nos lavaron el cerebro en la creencia que para ser amados necesitamos narices pequeñas, senos grandes, una piel más apretada, estómagos planos y aparecer siempre jóvenes. ¿Dónde terminará todo esto?”, señala el fotógrafo.

Nelson fotografió modelos a lo largo del mundo, los ganadores y los perdedores, rubios y morenos, jóvenes y adultos. Hasta visitó una cárcel de mujeres de máxima seguridad en Río de Janeiro donde anualmente las internas compiten por el título de Miss Penetencaria. La ganadora se hace acreedora de un televisor catorce pulgadas y un set de maquillaje.

También estuvo en quirófanos de Irán, donde las operaciones de nariz son las más requeridas, es el país con mayor demanda de rinoplastías en el mundo; los turnos hay que pedirlos con más de seis meses de anticipación. El motivo es bastante básico, las mujeres están obligadas a usar un velo que les cubre el rostro, apenas se les ve los ojos y la nariz. Las mujeres que tienen una nariz prominente o desproporcionada para la mirada del hombre iraní son las que no consiguen matrimonio. El costo de la operación casi siempre es solventado por las madres de las jóvenes.

En Beijing [China] realizó un seguimiento de la operación de Ilizarov, un procedimiento que se practica desde hace 20 años para alargar las piernas. Ser bajo en China no está bien visto. En la operación se perforan los fémures, las tibias y los peronés; se les atraviesan varillas de acero que permiten que el hueso se estire. Se pueden ganar seis centímetros en un año, pero los riesgos son considerables: hay miles de casos de deformación irreversible, debilitamiento crónico y crecimiento irregular, es decir, una pierna puede quedar más larga que la otra.

También registró una abdominoplastia en Kuala Lumpur [Malasia]. Se trata de una reconstrucción de la pared abdominal, se elimina el exceso de piel, el exceso de grasa y se tensan los músculos de la zona. La operación es muy compleja, se extiende por horas y la recuperación total puede durar un año. El único objetivo es conseguir un vientre plano y resaltar las curvas de la cintura. El precio de la intervención oscila entre los seis mil y los quince mil dólares, sin contar los costos de la recuperación ni el tiempo que es necesario estar en reposo absoluto. Este tipo de cirugías suele acompañarse con una lipoescultura. El costo aparte, lógicamente.

Love me, explica Zed Nelson, exhibe cómo el cuerpo se convirtió en un producto, cualquiera que tenga el dinero puede comprar su transformación. No es casual que los bancos norteamericanos ofrezcan créditos exclusivos para practicarse cirugías plásticas; lo más sorprendente es que el treinta por ciento de quienes los solicitan son personas que mantienen a sus familias con un ingreso menor a los 25 mil dólares anuales. Familias que, para la economía norteamericana, pertenecen a las capas sociales más bajas.

“Los modelos son jóvenes. Se los idealiza. El miedo a envejecer genera una obsesión casi patológica con nuestros cuerpos. Al alinear nuestro sentido de autoestima con nuestra propia imagen las consecuencias psicológicas y emocionales son tortuosas. Lo único que sabemos con certeza es que nuestro cuerpo, al final, se hace escuchar”, apunta el artista.